jueves, 8 de marzo de 2012

Se acabo el merengue y comenzó el Rock and Roll


No se como explicarme, nunca he sido muy expresivo, pero esto, no puede pasar inadvertido. En la bodega, esta tendido el cadáver de mi padre. Descargué un tiro en su nuca sin pensarlo dos veces.
Desde pequeño su autoridad atemorizaba. Él jactaba su lucha contra la delincuencia y terrorismo. Hacía referencias a ellos, como el enemigo y que no dudaría en eliminarlos a todos.

Un día, vi por las noticias algunos enfrentamientos callejeros entre policías y manifestantes. En ese lugar habían policias que tenían a sus hijos dentro de los partidarios de la protesta, por que también son padres, aparte de personas con armas, ley y represión.

Muchos jóvenes sintieron los golpes de sus propios progenitores, escondidos tras cascos, escudos y corazas. A diferencia de los manifestantes que solo iban con pancartas.
El exceso policial quedó marcado con cicatrices en las piernas y moretones en la espalda. Ellos siempre actúan como animales, todo a la fuerza, todo se impone, no tienen educación y solo poseen violencia para actuar, por que no conocen lo que es el criterio, por que no saben diferenciar las situaciones. Funcionan encubiertos para sembrar el pánico y luego volver para restablecer el orden en el lugar al cual prendieron fuego, y ahora lo vuelven un desastre.

La policía es una vergüenza, hablo en general, por que cualquiera que porte un arma, pensará en su superioridad y no dudaría en algún momento en ocupar la.

Así que me anticipé al acontecimiento y cuando mi padre llegó el viernes de su trabajo, aquel día hubo una manifestación general, donde la represión cayó duro, con gases lacrimógenos, balines de goma y carros lanza aguas. Mucha violencia.

Entre los manifestantes habían niños, jóvenes, adultos y ancianos. El motivo de la movilización es por una reforma educacional que cubra a todos nuestros estudiantes y de una vez por todas acabe con el lucro de los empresarios con la educación. La educación no es un bien de consumo, como lo dijo el marioneta sin vergüenza del gobernador, un hijo de la gran puta, tendremos presente una reunión en su momento, ya no me interesa nada.

Mi padre llegó aquella noche, tomó asiento en el sofá junto a la mesa del teléfono y prendió el televisor. Comenzó a relatar los hechos de la manifestación y con euforia hablaba de los golpes que dio a hombres y mujeres, a todo lo que se moviera o respirara. Su risa me carcomía el derecho a la libre expresión. No lo soporté, en el momento que llamó terrorista a un periodista que hablaba ante las cámaras. Cogí el revolver y le descargué un tiro en la nuca. Ahí quedó el puto policía fascista inhumano, cerdo racista, xenofóbo y corrupto.

En realidad siempre albergué un odio profundo ante él, por que yo en ese entonces estaba saliendo con un muchacho que conocí en la playa.No sabia si era gay, solo quería jugar a la improvisación, saber que era lo que sentía. Pero se enteró y lo torturó hasta que dejó de respirar.
Cuando me enteré supe que acabaría con él algún día, ya había comprado su tiket de ida.

Así que, con el revolver en mi mano derecha lo miré a los ojos, me despedí, al oído, le di las buenas noches, como siempre no dijo nada y coloqué el arma en su nuca, apreté el gatillo, y el martillo percuta la bala que terminó con su cosecha de maldad.

Cuando lo sentí caer en el piso, quedó gustosamente cobrada aquella deuda. Por mis venas entraba aire abrasando mi cuerpo. Nunca había hecho aquello, era la primera vez, aquella que no se olvida. Tengo la imagen de como se abría paso el charco de sangre en el piso. Respiré en paz.

Hoy llevo treinta años de cárcel, fui condenado a cadena perpetua por asesinar a un oficial de policía.
Recuerdo que él me contó, que había matado a tantos comunistas, terroristas y ladrones por cuenta propia.

Nunca tubo algun juicio por aquello, mas bien fue condecorado por casar y eliminar a criminales subversivos.
Jóvenes que dieron una lucha en momentos en que los militares y la policía llenaron de sangre las calles de la ciudad, e ahí el miedo de la gente. Muchos vieron desaparecer a sus hermanos, padres o madres. Es triste vivir pensando en ello.

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